Sin colaboración, la innovación no es más que una idea.
Las grandes ideas no son útiles si no se llegan a materializar y para eso se necesita colaboración, con otros actores del ecosistema, pero también dentro de las propias organizaciones.
En la sociedad civil y en el sector privado no faltan las grandes ideas. Pero, ¿cómo podemos convertir estas innovaciones en realidad? Independientemente del ámbito en el que se opere, la colaboración es un requisito fundamental.
No se me ocurre ninguna innovación que, sin colaboración, haya tenido un gran impacto en el mundo. ¿Qué es el descubrimiento de la electricidad, por ejemplo, sin la inversión y el trabajo que supuso llevar la luz a todos los hogares? La expansión del ferrocarril supuso un gran avance para el transporte en el siglo XIX. Sin embargo, su eficacia se vio limitada por la variación de la anchura de las vías, una política que obligaba a recargar la carga en nuevos vagones en múltiples cruces. No fue hasta que se estandarizaron los anchos de vía y las empresas colaboraron en los mecanismos de acceso y beneficio mutuo que el transporte ferroviario ganó en velocidad y eficiencia.
Cualquier ‘momento ¡Eureka!’ es, en realidad, el primer paso. Después, hay que hacer el trabajo de campo o, de lo contrario, se acaba teniendo una gran idea que nunca llegará a materializarse.
Tomemos, por ejemplo, las vacunas contra el Covid-19, que se desarrollaron rápidamente y que fueron nuestra puerta de entrada a la otra cara de la pandemia. Sin duda tenemos que reconocer y aplaudir la rapidez con la que se desarrollaron éstas. Pero ojo, una vacuna perfecta no puede salvar vidas si no llega a las personas que la necesitan, y eso requiere la colaboración del sector público, del sector privado, de los diferentes grupos de interés y los ciudadanos.
Sí, ya véis, las soluciones, por muy brillantes que sean, sólo pueden llevarnos hasta un punto determinado.
Durante la pandemia, los líderes de todos los sectores se vieron empujados a explorar formas nuevas y creativas de llevar a cabo su tarea. Antes de que una organización pueda colaborar eficazmente con otras, la colaboración debe alimentarse internamente y he aquí algunos pasos que deberían darse para que nuestras organizaciones se conviertan en un lugar que fomente la colaboración eficaz.
¿Puede el equipo tener una visión general?
Siempre existe el riesgo, especialmente en las grandes corporaciones, de que el equipo pierda de vista cómo sus esfuerzos individuales contribuyen a los objetivos generales de la organización. Esto puede conducir a un efecto de silo, en el que los empleados se sienten como engranajes dentro de la gran máquina.
Por si os sirve, yo suelo utilizar una analogía diferente: cada miembro del equipo debería ser como un albañil que, cuando le preguntan a qué se dedica, no dice ‘pongo ladrillos’, sino que responde ‘construyo ciudades’.
O como aquella anécdota que cuentan sobre la visita del Presidente Kennedy a las instalaciones de la NASA en plena carrera espacial. Resulta que en uno de los pasillos se encontró con un simpático encargado de la limpieza. Al verle tan sonriente y dicharachero llamó la atención del Presidente y éste le preguntó:
- Hola, ¿cómo está? ¿Qué es lo que hace que esté tan sonriente?
- ¡Es que estoy colaborando para enviar un hombre a la Luna!
Sí, todos somos albañiles. Si nuestra organización apoya, por ejemplo, la inversión en proyectos liderados por mujeres, todo el equipo debe saber que estamos montando pequeñas empresas. Si el objetivo es lograr una mejor alimentación de los niños en los colegios, estamos trabajando juntos para construir generaciones más sanas. Este tipo de espíritu de colaboración es más difícil de alimentar cuando todos trabajamos a distancia, algo que hay que revisar urgentemente, pero el personal directivo debe mantener esta visión a la vista mientras encuentra formas de romper esos silos y permitir a todos los miembros de la empresa ver el alcance más amplio de sus contribuciones individuales.
¿Siente todo el mundo en la organización que tiene voz?
¿Hay personas en vuestra empresa que siempre hablan y otros que siempre están en silencio? Para fomentar un entorno más inclusivo en el que todo el mundo se sienta parte del panorama general, es importante romper esos patrones. Podéis hacerlo ofreciendo diferentes oportunidades para que vuestros compañeros aporten. Por ejemplo, no todo el mundo se siente cómodo interviniendo en una gran reunión vía Zoom, Teams, o lo que utilicéis, pero los grupos más pequeños pueden dar lugar a una mayor participación. Algunas personas pueden preferir comunicar sus opiniones por escrito. Los responsables pueden, y deben, ayudar preguntando a los que permanecen callados cómo prefieren transmitir sus ideas. Quizá les gustaría opinar sobre un proyecto concreto o estar liderando una reunión.
¿Sólo estamos rozando la superficie de nuestra ‘reserva de ideas’?
El ‘business as usual’ es el enemigo de la colaboración. Sabemos que cada nuevo problema puede requerir una solución fuera de lo común. Pero si las mismas personas de vuestras organizaciones son los arquitectos de esas soluciones, estáis limitando el potencial.
· Facilitad la aportación de ideas a otras personas, no sólo al personal directivo.
· Estableced un proceso para que las ideas puedan ser lanzadas y aseguraos de que las sugerencias sean revisadas cuidadosamente y de que la gente reciba crédito y reconocimiento por sus ideas.
Crear un entorno en el que todo el mundo se sienta animado a contribuir requiere más esfuerzo, pero en última instancia, todos salimos ganando. El personal se siente más vinculado al objetivo general de la organización, y los directivos acceden a un conjunto más amplio de ideas.
¿El equipo tiene visión general? ¿Tiene voz? ¿Participa en la búsqueda de soluciones? Tener en cuenta estas tres preguntas ayudará a los responsables de las organizaciones a crear un entorno que fomente tanto la innovación creativa como la colaboración necesaria para hacer realidad esa próxima gran idea. Y, a partir de ahí, estar preparados para estrechar lazos y colaboraciones con otras organizaciones, sectores y entornos. ¿Probamos?